Cuando a finales de los años setenta abrió sus puertas el restaurante Salamanca , su dueño, Silvestre, trabajador incansable, hacia todas las horas del mundo para ahorrar y llevarse unos “durillos” y poder abarcar todas las ideas de negocio que en su cabeza ardían.
En un a vetusta casa del barrio de la Ostia (en castellano significa `puerto o desembocadura marítima” o sea, en la tradicional Barceloneta, de la que sólo quedan dos casas típicas del barrio a estas alturas, ya sabía, Silvestre, lo que podía dar la empresa de bar, tapas, comercio y bebiditas, pues no en vano, como ya he escrito, las empresas están pensadas y realizadas en función exclusivamente de sus ideas y gustos. Habituado desde la infancia al ritmo de trabajo,de todos los colores y con el carácter recio de sus paisanos salmantinos tuvo las ocasiones para saber comparar que porvenir era el mejor en aquellos tiempos en que las oportunidades pasaban pero a una velocidad que si no tenías los ojos bien despiertos ¡¡ zas ¡! Otro se comía el “torrao”
Un par de experiencias profesionales le llevaron a conocer el mundo de los bares, restaurantes y bodegas.
Llegamos a la famosa palabra “restauración”. Sí, restaurar estómagos vacíos. En su tierra, jamones, embutidos, cochinillos, corderillos, verduras. Vamos… lo de siempre pero con demostración : como lo de mi tierra “ná de ná”.
En fin, muchos colegas, amigos, clientes, prensa especializada, turistas, artistas se convierten en fervientes acólitos de una manera de entender y servir muy a la “llana”. Un letrero muy grande reza que en todos los Salamanca se atenderá al cliente como a ellos les gustaría que les atendieran.
Humildad ? Servicio ? Profesionalidad ?
Experto en la idiosincrasia del comensal, Silvestre, sabe que la condición básica para el éxito de sus restaurantes como los que mantiene en toda la ciudad estriba sobre todo en mantenerse dentro del cauce culinario tradicional, ese por el que discurren los sabores del bravo pueblo segoviano con los jamones, los ibéricos de caña de lomo, longaniza – entre los perfumes de una buena paella surtida de verduras y gazapo o de cigalas y gambas que para eso está en el barrio de la Ostia a ritmo de sambas ya que es la fiesta mayor. No me olvido de los calderos, de los fritos, de unos calamarcitos de sabor de Neptuno regocijante, de su lenguado a la molinera ( único en la ciudad). Algún defecto le contarán.. que si esto… que si lo otro. Gracias … pero ni caso inmediato.
Hay tanta gente para atender que seguro que en el próximo servicio el problema está solucionado. El equipo de Silvestre es así. Entiéndalo.
Les aseguro que se come bien, muy bien en los Salamanca..
De todos los puntos del mundo convergen en la capital catalana y todos comen una cocina óptima en la que nunca falta el toque regional, personal y humano del Jefe que permite que todos se sientan en casa, aunque el cochinillo haga esperar su crujiente piel al que tiene más apetito.
Selección de productos, selección de establecimientos, selección de lujos en el servicio. Hoy los barceloneses se han acostumbrado ya, no sólo a tener a su disposición una comida comestible, sea cual sea el lugar, sino también en disfrutarla en aquella u otra parte de la ciudad: Puerto Olímpico, Barceloneta, Plaza de España. Los que vienen de fuera se sienten atrapados por el ir y venir de platos contundentes, por el encanto del ambiente y por lo popular. No te equivoques, Silvestre, Barcelona te quiere y te querrá siempre.
Rodrigo Mestre