Yo tengo un amigo que, cuando siendo joven se hacía amigo de alguien, solía decir: soy apasionadamente adicto a Fulanito de Tal por su cultura.
Sonaba a broma, pero era muy serio porque el conocimiento pasa, o se borra pero las adicciones o acaban con uno o persisten durante toda la vida. Yo he tenido la suerte de no haber caído nunca en ninguna adicción de la que no me haya podido librar con un poco de fuerza de voluntad. Mis adicciones, más que caídas en el vacío, fueron casi siempre fruto de las modas de mi época que con el paso del tiempo y la edad he ido depurando al mismo tiempo que mejoraba mis gustos y ponía coto a calculados desenfrenos. Ahora, en lugar de alcoholes destilados –whiskies, coñacs, armagnacs y vodkas– bebo vino, siempre bien escogido, y en lugar de fumar a diario aquellos grandes habanos, hoy sólo los fumo cuando estoy seguro de poder disfrutar al mismo tiempo de una conversación inteligente con alguien que sepa notar la diferencia entre gobierno y desgobierno, democracia y “simiocracia”.
Pero hete aquí que, por razones que tienen mucho que ver con la edad, paso mucho más tiempo en mi casa que en la calle y, por lo tanto, mientras no escribo, estoy delante de la televisión o a la escucha de las radios. De la televisión sólo veo las noticias y las películas de Canal Digital, sobre todo las que pasan de madrugada y que me recuerdan lo civilizado que era el mundo hace veinte o treinta años comparado con el de hoy. Depurando, depurando, he acabado por arrinconar muchas de las tertulias, tanto televisivas como radiofónicas, en las que ilustres ignorantes dialogan sobre lo que no saben y de repente me he dado cuenta –por eso escribo esta crónica– de que yo mismo he caído cuando menos me lo esperaba en una adicción contra la que no pienso luchar: la adicción, ya profundamente arraigada de buscar aquellos amigos que me han enriquecido la vida en muchos momentos.Uno no hace amigos: los reconoce a medida que los va encontrando.
Un personaje reencontrado últimamente Primo Muñoz. Me fascina su sensatez, su sereno humor, a veces su mal genio reprimido, su lógica aplastante, su manera de reducir a lo que valen en realidad los grandes problemas del mundo, problemas que el trata con el talante de un “pater familia” acostumbrado a poner las cosas en su sitio. Pasa de los falsos problemas a los verdaderos con el mismo aire de divertida ingenuidad con que trata, durante la pequeña tertulia que precede a la grande, después de una cena, los asuntos mal llamados del corazón, que otra compañera de mesa puso sobre el mantel con los trapicheos de la monarquía, mi respetada Pîlar Lopez ,de la revista “Vinos y Restaurante” ávida de noticias en Facebook de las que se ocupa en un tono de voz firme, casi dictatorial entre las miradas atónitas de los otros comensales, y Primo asiente , escucha y contesta como si no valiera la pena profundizar en ellos, que para eso están los expertos de servicios viscerales y un par o tres de señores justicieros ,poco respetables, que ya no tienen edad para entender seriamente de lo que hablan.
Pues sí. Soy un adicto a Primo Muñoz. Área General Manager de la Cadena Hilton para España y Portugal. Hace unos diecisiete años que nos conocimos en el hotel Hilton en la Diagonal. A finales del siglo XX lo trasladaron y volvió en el 2004 a nuestra ciudad. Es salmantino. No sé quién elige los colaboradores de Primo Muñoz, siempre impecables, pero debe de ser él porque la amalgama es perfecta. Los violines de Primo –gran director de orquesta– suenan todos perfectos y las arpistas sólo sirven para armonizar el conjunto cuando un día nos invitaron al reiniciado “Club de Gourmets” de la prensa en el mismo “hall” de entrada del HOTEL HILTON algunos bailan, se contorsionan al unísono como para recibirnos a nosotros periodistas que ante, la sorpresa general del público en general, nos quedamos extasiados y más , al conocer que el personal del hotel aprovecharan la visita para grabar la escena de baile y “colgarla” en Youtube. Hay en la orquesta más mujeres que hombres, o quizá sea una impresión mía, porque hilan más fino que los hombres, son más inteligentes sin presumir de serlo y más originales en sus conceptos.
Bailar es bailar.
Cocinar es cocinar..
A lo que fuímos. Cenar en el Indigo fue estupendo. El jefe de cocina Amalio Prado nos fue presentando el menú que seguidamento les relato. Como entrantes o aperitivo en una teja negra y sobre ella para destacar un tartar de atún sobre gelatina de pepino; habitas naturales con hígado de pato y compota de tomate y un maki de zanahorias y verduras frescas. Espectaculares las habitas y el maki.
Como primer plato un medallón de rape albardado con cecina extraordinario- debió ser como un guiño al salmantino Muñoz- y de segundo plato una paletilla de lechazo deshuesada, asada a baja temperatura, muy melosa con acompañamiento de colmenillas rellenas aderezadas en su jugo reducido.
Remataron la cena unas fresas son sorbetre de marc de champagne.
Dijo mi amigo Primo que el Chablis Billaud-simon 2009 fue escogido en mi honor y los recuerdos de nuestras tertulias pasadas los envolvieron las burbujas de un sentir conformadas por un Piper Heidsieck de la Champagne. Por cierto que el Pago de Carraovejas 2007 acompañó divinamente el lechazo.
Mis felicitaciones y que lo que el club de “gourmets” auna no lo parta la crisis.