Como reza el refrán, a nadie le amarga un dulce y, en el caso de «Chök, the chocolate kitchen», además de no amargarles, el chocolate les ha permitido celebrar con éxito su primer aniversario consolidados como referente para los amantes de este tentador ingrediente en Barcelona.
Mucho más que chocolate
Ubicado en un céntrico local que a lo largo del siglo XX ha acogido diversos negocios relacionados con el chocolate, en su primer año de vida «Chök, the chocolate kitchen» ha dado una vuelta de tuerca más al uso de este ingrediente desarrollado hasta 200 productos nuevos, a un ritmo de unos cinco por semana. El más solicitado y emblema de la casa es el chök, una rosquilla gourmet elaborada con menos azúcar, menos grasa y un menor tiempo de fritura de la que han creado hasta 32 variedades diferentes combinando sabores dulces pero también salados. Entre las más curiosas destacan los chöks con cobertura de chocolate y flor de sal o chip de patata, el de maracuyá y frambuesa liofilizadas o el chök con PetaZ, si bien las más demandadas son los de cobertura de chocolate negro con frutos secos como el pistacho, crocante o coco.
La misma filosofía transgresora de combinar el chocolate con ingredientes salados la aplican también a otros productos como las trufas, de las cuales ofrecen hasta 17 variedades distintas entre las que figuran propuestas tan sorprendentes como Chile, Fruta de la pasión o de aceite de oliva y sal.
«Los clientes se suelen quedar maravillados con la abundancia y variedad de productos. Los habituales son bastante fieles a sus costumbres, pero también están dispuestos a probar las nuevas creaciones», explica Débora Coimbra, una de las impulsoras del proyecto.
La receta del éxito
A lo largo de su primer año, los mencionados chöks, junto a un sinfín de variedades de berlinas y cronuts, han sabido conquistar a un público muy diverso, compuesto principalmente por extranjeros inicialmente atraídos por el diseño del establecimiento –que combina elementos modernistas centenarios con un minimalismo funcional– y que no dudan en repetir la visita a diario para probar cuantos más productos mejor. Pero también los vecinos de Chök en la Calle del Carme y sus alrededores aprecian la innovación: «Nuestros primeros clientes fueron un matrimonio de avanzada edad que nunca habían probado rosquillas saladas ni las patatas fritas con chocolate. Ahora, nuestras creaciones se han convertido en tentempiés indispensables que ofrecen a todas sus visitas», revela Débora.
Paralelamente, los creadores de Chök también han aplicado su idea de que el chocolate es un ingrediente que se puede combinar con cualquier sabor, ya sea dulce o saldado, a una serie de recetas culinarias que comparten en sus talleres de cocina (a lo largo de este primer año han impartido ya una treintena) y en el libro «Chocolate Gourmet. Reinventando lo dulce y lo salado», de la editorial Lunwerg.
Apuesta por la innovación
En «Chök, the chocolate kitchen», la innovación no sólo se limita a los productos: «En este primer año hemos aprendido que no solamente importa qué se vende sino también cómo se vende, por lo que, además de crear nuevas recetas, nos esforzamos en mejorar constantemente el packaging, la presentación de los productos, etc.», subraya Débora Coimbra. «El año pasado no vendíamos ni un churro, le dimos vueltas a cómo exponerlos y hasta la fecha hemos vendido más de 10.000. Lo mismo ha ocurrido con la venta de las berlinas y la incorporación del cronut, que se ha convertido el segundo producto más demandado en la familia de la bollería», explica esta amante del chocolate.
Esta misma filosofía de ir un paso más allá Débora Coimbra la aplica también a su equipo: «Nuestro sistema de gestión está dirigido a fomentar la creatividad para transformarla en innovación. En este primer año nuestro mayor logro como empresa ha sido crear una base sólida de valores que fomenta la ayuda recíproca entre todos los integrantes del equipo para que las cosas salgan bien y los clientes disfruten al máximo de la experiencia que les ofrecemos.»