Dicen que Pepe Rodríguez ha conseguido situar la cocina castellana en el mapa de la misma forma que Ferrán Adriá o Martin Berasategui, dos de sus mentores, consiguieron en su momento introducir la cocina española en el panorama internacional. Sea esto cierto o no el caso es que este cocinero de Illescas, localidad situada muy cerca de Toledo y a solo 35 kilómetros de Madrid, lo que busca es provocar sensaciones en sus comensales utilizando para ello lo que mejor conoce; la cocina castellana. Llegó a los fogones por casualidad, o tal vez debemos decir por necesidad, ya que había que salvar El Bohío, el restaurante familiar inaugurado en 1923 y que desde hace años tiene una Estrella Michelin y a eso sí que se le puede llamar «salvar un negocio».
Bueno, es un reconocimiento, no cabe duda pero yo mismo me pregunto ¿y si mañana cerrase Michelin? Pues yo me quedaría tan a gusto porque seguiría dando de comer con la misma intensidad, con el mismo cariño y con la misma pasión de siempre. Lo que pasa es que la gente parece tener la necesidad de que le digan si eso de ahí es bueno o no. Y Michelin es un referente, además lleva cien años, tiene un mérito extraordinario y es una guía muy rigurosa. Pero hay restaurantes de tres, dos o una estrella que a mí no me gustan nada, quiero decir que cada uno debe tener su propio criterio, al margen de las estrellas y de las críticas gastronómicas. Hay que tener en cuenta que no todos los restaurantes con estrellas trabajan de la misma forma. Hay muchos estilos y cada cocinero se apunta al estilo que más le va y donde mejor se encuentra.
¿Y qué pasa con el estrés que conlleva la Estrella Michelin?
Siempre decimos que no hay estrés pero al final sabes que si te sales un poco del redil, la guía te lo puede penalizar eso es malo para el negocio. Tal vez por eso nos encasillamos un poco.
No sé si los grandes cocineros dueños de Estrellas Michelin se encasillan o no en sus cocinas, lo que sí que tengo claro es que no paran. Y como ejemplo el propio Pepe, uno de los jurados del programa televisivo Masterchef y ahora también Chef Ejecutivo de la marca Sodexo Prestige, empresa internacional de organización de eventos y que ha participado en acontecimientos de la talla del Roland Garros, Royal Ascot, Juegos Olímpicos de Londres 2012 o el Open de Madrid.
Es un orgullo y una satisfacción que hayan confiado en mí para la preparación de los menús para sus eventos. Estoy encantado de colaborar con ellos. En España hay mucha gente profesional y grandes firmas con nombres importante que se dedican a esto y que va mucho más allá del mero catering. Claro que hacer alta cocina para cientos de personas es algo muy complicado y hay que enviar un mensaje muy claro porque no es lo mismo dar de comer a 20 personas con 18 cocineros que dar de comer a 500. Pero si es verdad que se pueden reproducir algunas cosas con éxito utilizando técnicas y conseguir así un producto de gran calidad. Hay mucha gente que lo consigue y nosotros estamos intentando hacernos un hueco en ese mundo.
¿Sería algo así como la cocina saliendo de la cocina para formar parte de un showbusiness?
Creo que en este momento hay cierto estancamiento a nivel creativo en las cocinas por lo que como bien dices se suple en parte con el showbusiness. Hoy en día la gente ya no solo va al restaurante a comer, quiere también una puesta en escena, que les cuenten la comida, que se decore etc. Pero eso son solo modas porque al final la sociedad se alimenta y se quiere alimentar lo mejor posible y nuestra obligación es darles de comer bien. Y eso tan elemental como lo es cuidar el producto, cuidar al artesanto que nos trae el mejor queso, el mejor guisante o el mejor esparrago y prepararlo de la forma menos elaborada posible aunque con la mejor técnica eso es dar de comer bien. Luego hay gente, tanto los cocineros como los clientes se suman suma al showbusiness, pero eso es una moda pasajera porque todo se resume en dar de comer bien.
¿Y de dónde saca el tiempo para compaginar todas estas actividades?
No librando ningún día. Ahora que estoy grabando me he tirado cinco meses sin librar. Un día toca grabación, al día siguiente cocina. Pero no pasa nada. Tienes que tener tu equipo porque si no lo tienes estás perdido. Había un gran cocinero francés al que le preguntaron que quien cocinaba cuando él no estaba. Y su respuesta fue clara, los mismos que cocinan cuando estoy. No nos pensemos que Armani nos cose los botones. El diseña y otros ejecutan ese patrón. Es lógico y normal y lo mismo ocurre en la cocina. Siempre se dice que el cocinero tiene que estar en la cocina y estoy de acuerdo. Personalmente me siento más a gusto en mi cocina y veo que mi equipo está mejor pero también sé que cuando no estoy los clientes comen igual. Y la calidad tiene que ser siempre la misma.
¿Y qué aporta la televisión?
La tele te hace más famoso, como persona y como cocinero pero yo sigo viviendo de mi cocina que es lo que me gusta. A mí lo que me quita el sueño es pensar lo que voy a hacer este verano en la cocina. Sigo pensando como un cocinero, me preocupan los platos de cada temporada. Está claro que la tele te da más popularidad y es bueno para el negocio pero poco más. Y aunque muchos piensen que puede ser complicado criticar el plato de un concursante no lo es. Yo soy el primer y más duro crítico con mi propia cocina y sufro con cada defecto que tenga. Mi nivel de exigencia personal es algo porque la cocina es mi vida.
¿Y Masterchef junior? Porque aparentemente España está llena de pequeños cocineros.
Desde luego no quiero ver a todos los niños españoles de cocineros. Quiero que sean felices y se diviertan en la cocina porque eso hará que se alimenten mejor. A la hora de concursar son mucho más nobles que los adultos, carecen de nuestra maldad y si tienen alguna es muy inocente. Y lo que me encanta es oírles hablar de saltear, reducir o ligar, un auténtico argot gastronómico en boca de los más pequeños. Me parece maravilloso.